Muchas han sido las peticiones que hemos recibido sobre el cuento al que pusimos música en el pasado concierto de Navidad. Por ello, le hemos pedido a Mónica que nos lo preste para poder publicarlo. Aquí lo tenéis.
Gracias por vuestro interés y
FELIZ NAVIDAD....
CUENTO DE NAVIDAD
Alonso adora la Semana Santa. Lleva
tocando el tambor desde que fue capaz de sostener unas baquetas con sus manos.
Le encantaba perseguir las procesiones, y observar a los tambores como si su
pequeña cabeza fuera capaz de memorizar los golpes. Un
tambor. Ese fue su primer regalo de cumpleaños, y de eso hace ya algún tiempo.
Poco después se enfundó en una túnica negra, primero escondiendo su cabeza del
frío bajo aquel viejo gorro de lana, y, con los años, asomando el brillo de sus
ojos a través del capillo. De la emoción. Por eso brillaban sus ojos, porque,
por fin, era uno de ellos. Su primer tambor pesaba más que él, pero las ganas
que le ponía, y el esfuerzo de cada hora de ensayo le convertían por una semana
en lo que él quería ser: un músico. Y en ese momento, el esfuerzo valía, con
creces, la pena.
Alonso y Gabriel suelen quedar para
tocar juntos. Tienen otros amigos, pero les encanta salir a la plaza a tocar
todo lo que saben una y otra vez, porque entre amigos todo suena mejor. Alonso
adora el tambor, pero cuando oye a su amigo tocar la trompeta se queda mirándole fijamente, y le entiende, y le admira, porque en el fondo de
sus corazones suenan los mismos sones.
Pero aquella mañana todo fue distinto.
Alonso había
estado enfermo algunos días y se había perdido algunos ensayos, así que Gabriel
se moría por salir a la plaza con él, aquel primer día de vacaciones, para
contarle lo que estaban ensayando. Alonso quería ponerse al día cuanto antes
para no fallar. Sólo quedaban unos meses para la gran semana, aunque el próximo
concierto iba a ser antes de lo que él esperaba.
-
¡Mira Alonso! Tengo una sorpresa para ti. Vamos a
dar un concierto, así que tenemos que ponernos al día cuanto antes. ¡Escucha!
Gabriel tocaba la trompeta con el
mismo entusiasmo que ponía cuando el resto de
la agrupación estaba tocando detrás.
Pero al terminar, la cabeza de Alonso
estaba agachada. Se había frotado los oídos
con las manos una y otra vez mientras su amigo tocaba. Al principio puso cara
de asombro, luego frunció el ceño y empezó a frotar y a frotar incluso
golpeándose la cabeza, esperando poner de nuevo cada pieza en su sitio, y
cuando vio que Gabriel separaba los labios de la boquilla, sin dar tiempo a la
pregunta dijo:
- ¡Gabriel,
no oigo nada!
-
¡No digas tonterías, Alonso! Llevamos un rato
hablando. Además, cuando yo he llegado estabas tocando, y créeme, si no oyeras,
lo que acabas de tocar jamás habría sonado así.
-
No te burles Gabriel, te lo digo en serio, ¡No oigo
nada! No soy capaz de oír la música. He visto tus gestos. Sé que estabas
tocando, pero no he oído nada de nada.
-
Alonso, tranquilízate y déjame que te explique...
Gabriel empezó a explicarle a Alonso, con gran entusiasmo, que iban a dar un
concierto para celebrar la Navidad. Las palabras se le trababan de lo deprisa
que intentaba explicarle a su amigo aquella magnífica idea.
-
¿No te parece fascinante?
-
¿el qué?
-
Que va a ser ¿Alonso?, el concierto. Vamos a tocar
un montón de villancicos.
-
¡Va! Paso de
la Navidad...yo prefiero la Semana Santa
Gabriel no entendía nada. ¿Cómo podía pensar su amigo así de la Navidad? Se hizo un
silencio enorme... Alonso le daba vueltas a su cabeza . ¿Por qué no oía? Gabriel
no sabía como ayudar a su amigo. De pronto, comenzó a sonar a lo lejos un
villancico y Gabriel tuvo una idea.
-
Alonso, ¿oyes eso?
-
¿El qué? Me estas poniendo nervioso, yo no oigo
nada.
-
¿Sabes por qué celebramos la Navidad?
-
Pues claro ¿crees que no veo las luces por las
calles? Mi madre ya ha comprado turrones y mazapanes, esta misma tarde
pondremos en casa el Belén y decoraremos el árbol. Además, este año me he
portado bien así que seguro que los Reyes Magos y Papá Noel me traen todo lo
que les he pedido. Y papá está muy contento. Dice que mañana seguro que le toca
la lotería.
Gabriel comprendió en ese momento que su amigo no entendía nada. Jamás disfrutaría
aquel concierto si no era capaz de sentir el verdadero espíritu de la Navidad.
-
Escucha Alonso, todos estos años has sido capaz de
celebrar la muerte y resurrección de Jesús sintiendo en cada paso la pasión y
poniendo en cada golpe un trozo de tu corazón. La Navidad no es diferente. En
Navidad celebramos el nacimiento de nuestro señor ¿Nadie nunca te ha contado la
historia?
Alonso apenas le escuchaba, estaba
demasiado ocupado en descubrir por qué
no oía la música. Cuando volvió a mirar a Gabriel, estaba recogiendo a prisas
su trompeta ¿qué había hecho? ¿Por qué no quería seguir ensayando? Estaba tan
preocupado por sí mismo que no fue capaz de pronunciar ni una sola palabra para
detener a su amigo. Mientras Gabriel se perdía en la distancia sólo se oyó: ¡No
faltes al ensayo de esta tarde!
----------------
Alonso se fue a casa caminando
cabizbajo y con paso lento. No podía oír la
música. Aquello era para él una gran pesadilla, y aquellas palabras de su amigo
no dejaban de golpear su cabeza: el nacimiento del Señor, ¿el nacimiento del
Señor?
A penas comió aquel día, y nada más terminar la comida, todo estaba ya preparado
para poner el Belén. Alonso iba cogiendo figuras de la caja y poniéndolas donde
su madre le indicaba con ternura y gesto cariñoso, preocupada por lo que estaba
pasando por la cabeza de su pequeño aquel año. Y Alonso, para no pensar en otra
cosa, se iba repitiendo en voz baja:
-
Los pastores con sus ofrendas, en el camino, al lado
del río. Los reyes, dejándose guiar por la estrella camino de...¿el nacimiento?
Ya casi estaba terminado. Sólo quedaban dos figuras en la caja: un pastor que el propio Alonso
había escogido hacía algún tiempo, por llevar como ofrenda un tambor, y un
ángel.
-
mamá ¿Dónde pongo esto?
Y su madre con paciencia, le explicó:
- Ese es el arcángel Gabriel
-Alonso-. Es el ángel que anunció "el nacimiento del Señor", y debe
tener un buen lugar en el Belén ¿sabes?
-
¿Gabriel? ¿El nacimiento del Señor? ¡Gabriel!....¡Gracias
mamá!
Alonso posó
la figura y corrió a por su tambor mientras gritaba contento: ¡lo entiendo! ¡Lo
entiendo! ¡Ya lo entiendo todo!
Antes
de que Alonso llegara al ensayo, todo estaba preparado. Gabriel había avisado a todos del problema
que tenía su amigo y juntos idearon un plan para que su compañero pudiera
empezar a sentir el espíritu navideño que ya inundaba todos los rincones de
aquella sala.
Todo
solía ser un alboroto
antes de empezar, y sin embargo, aquel día, todo el mundo esperaba en silencio,
mirando fijamente hacia la puerta. Cuando Alonso abrió, no daba crédito a lo
que veían sus ojos: un trompeta, un corneta y un bombardino se habían vestido
de reyes magos, pero en lugar de repartir regalos, los niños se sentaban en sus
rodillas para explicar porqué querían dejar allí sus juguetes. Un compañero
suyo tambor, un tuba y el platos, vestidos de pajes, recogían alimentos que
cientos de personas dejaban en la puerta. En un rincón, donde más luz había,
alguien había puesto un Belén, y justo al lado, con unos papeles en la mano, el
director preparaba un cuento de Navidad que todos los demás estaban tocando.
Alonso
contemplo aquella escena boquiabierto durante algunos minutos hasta que vio a Gabriel,
que más que su amigo,
aquel día parecía un ángel, y se acercó
a él y le dijo:
-
-¿ Ves Alonso?
Queremos llevar nuestra música a todas partes. Queremos tocar en las iglesias,
en los colegios, en los hospitales y hasta en las cárceles porque todo el mundo
merece sentir el verdadero espíritu de la Navidad. ¡Mira Alonso! A tus oídos no
les ocurre nada. Sólo necesitas escuchar. Abre tu corazón. Debes sentir cada
nota de nuestros villancicos como sientes las marchas en cada procesión. Piensa
que cada nota es un regalo que das. Una ayuda que ofreces antes de que te la
pidan porque ese es el verdadero sentido de la Navidad. Estoy seguro de que así
tu corazón se sentirá mucho más satisfecho.
De repente la cara de Alonso
cambió. Una sonrisa ilumino son rostro al empezar a escuchar una melodía que
sus compañeros estaban tocando. Sin mediar palabra se colgó su tambor, le dio
un abrazo a Gabriel porque pensaba que, como aquella última figura de la caja,
merecía un lugar especial, y empezó a tocar aquel alegre villancico. Entre todos habían conseguido el mejor regalo
para él y ni siquiera estaba en sus cartas:
Alonso, por fin, creía en la Navidad.
Mónica Rodríguez Suárez
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