jueves, 19 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad


Muchas han sido las peticiones que hemos recibido sobre el cuento al que pusimos música en el pasado concierto de Navidad. Por ello, le hemos pedido a Mónica que nos lo preste para poder publicarlo. Aquí lo tenéis. 

Gracias por vuestro interés y 

FELIZ NAVIDAD....


 
CUENTO DE NAVIDAD

            Alonso adora la Semana Santa. Lleva tocando el tambor desde que fue capaz de sostener unas baquetas con sus manos. Le encantaba perseguir las procesiones, y observar a los tambores como si su pequeña cabeza fuera capaz de memorizar los golpes. Un tambor. Ese fue su primer regalo de cumpleaños, y de eso hace ya algún tiempo. Poco después se enfundó en una túnica negra, primero escondiendo su cabeza del frío bajo aquel viejo gorro de lana, y, con los años, asomando el brillo de sus ojos a través del capillo. De la emoción. Por eso brillaban sus ojos, porque, por fin, era uno de ellos. Su primer tambor pesaba más que él, pero las ganas que le ponía, y el esfuerzo de cada hora de ensayo le convertían por una semana en lo que él quería ser: un músico. Y en ese momento, el esfuerzo valía, con creces, la pena.

            Alonso y Gabriel suelen quedar para tocar juntos. Tienen otros amigos, pero les encanta salir a la plaza a tocar todo lo que saben una y otra vez, porque entre amigos todo suena mejor. Alonso adora el tambor, pero cuando oye a su amigo tocar la trompeta se queda mirándole fijamente, y le entiende, y le admira, porque en el fondo de sus corazones suenan los mismos sones.

            Pero aquella mañana todo fue distinto.

            Alonso había estado enfermo algunos días y se había perdido algunos ensayos, así que Gabriel se moría por salir a la plaza con él, aquel primer día de vacaciones, para contarle lo que estaban ensayando. Alonso quería ponerse al día cuanto antes para no fallar. Sólo quedaban unos meses para la gran semana, aunque el próximo concierto iba a ser antes de lo que él esperaba.

-      ¡Mira Alonso! Tengo una sorpresa para ti. Vamos a dar un concierto, así que tenemos que ponernos al día cuanto antes. ¡Escucha!

            Gabriel tocaba la trompeta con el mismo entusiasmo que ponía cuando el resto de la agrupación estaba tocando detrás.

            Pero al terminar, la cabeza de Alonso estaba agachada. Se había frotado los oídos con las manos una y otra vez mientras su amigo tocaba. Al principio puso cara de asombro, luego frunció el ceño y empezó a frotar y a frotar incluso golpeándose la cabeza, esperando poner de nuevo cada pieza en su sitio, y cuando vio que Gabriel separaba los labios de la boquilla, sin dar tiempo a la pregunta dijo:

-      ¡Gabriel, no oigo nada!

-      ¡No digas tonterías, Alonso! Llevamos un rato hablando. Además, cuando yo he llegado estabas tocando, y créeme, si no oyeras, lo que acabas de tocar jamás habría sonado así.

-      No te burles Gabriel, te lo digo en serio, ¡No oigo nada! No soy capaz de oír la música. He visto tus gestos. Sé que estabas tocando, pero no he oído nada de nada.

-      Alonso, tranquilízate y déjame que te explique...

            Gabriel empezó a explicarle a Alonso, con gran entusiasmo, que iban a dar un concierto para celebrar la Navidad. Las palabras se le trababan de lo deprisa que intentaba explicarle a su amigo aquella magnífica idea.

-      ¿No te parece fascinante?

-      ¿el qué?

-      Que va a ser ¿Alonso?, el concierto. Vamos a tocar un montón de villancicos.

-       ¡Va! Paso de la Navidad...yo prefiero la Semana Santa

            Gabriel no entendía nada. ¿Cómo podía pensar su amigo así de la Navidad? Se hizo un silencio enorme... Alonso le daba vueltas a su cabeza . ¿Por qué no oía? Gabriel no sabía como ayudar a su amigo. De pronto, comenzó a sonar a lo lejos un villancico y Gabriel tuvo una idea.

-      Alonso, ¿oyes eso?

-      ¿El qué? Me estas poniendo nervioso, yo no oigo nada.

-      ¿Sabes por qué celebramos la Navidad?

-      Pues claro ¿crees que no veo las luces por las calles? Mi madre ya ha comprado turrones y mazapanes, esta misma tarde pondremos en casa el Belén y decoraremos el árbol. Además, este año me he portado bien así que seguro que los Reyes Magos y Papá Noel me traen todo lo que les he pedido. Y papá está muy contento. Dice que mañana seguro que le toca la lotería.

            Gabriel comprendió en ese momento que su amigo no entendía nada. Jamás disfrutaría aquel concierto si no era capaz de sentir el verdadero espíritu de la Navidad.

-      Escucha Alonso, todos estos años has sido capaz de celebrar la muerte y resurrección de Jesús sintiendo en cada paso la pasión y poniendo en cada golpe un trozo de tu corazón. La Navidad no es diferente. En Navidad celebramos el nacimiento de nuestro señor ¿Nadie nunca te ha contado la historia?

            Alonso apenas le escuchaba, estaba demasiado ocupado en descubrir por qué no oía la música. Cuando volvió a mirar a Gabriel, estaba recogiendo a prisas su trompeta ¿qué había hecho? ¿Por qué no quería seguir ensayando? Estaba tan preocupado por sí mismo que no fue capaz de pronunciar ni una sola palabra para detener a su amigo. Mientras Gabriel se perdía en la distancia sólo se oyó: ¡No faltes al ensayo de esta tarde!

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            Alonso se fue a casa caminando cabizbajo y con paso lento. No podía oír la música. Aquello era para él una gran pesadilla, y aquellas palabras de su amigo no dejaban de golpear su cabeza: el nacimiento del Señor, ¿el nacimiento del Señor?

            A penas comió aquel día, y nada más terminar la comida, todo estaba ya preparado para poner el Belén. Alonso iba cogiendo figuras de la caja y poniéndolas donde su madre le indicaba con ternura y gesto cariñoso, preocupada por lo que estaba pasando por la cabeza de su pequeño aquel año. Y Alonso, para no pensar en otra cosa, se iba repitiendo en voz baja:

-      Los pastores con sus ofrendas, en el camino, al lado del río. Los reyes, dejándose guiar por la estrella camino de...¿el nacimiento?

            Ya casi estaba terminado. Sólo quedaban dos figuras en la caja: un pastor que el propio Alonso había escogido hacía algún tiempo, por llevar como ofrenda un tambor, y un ángel.

-      mamá ¿Dónde pongo esto?

Y su madre con paciencia, le explicó:

-      Ese es el arcángel Gabriel -Alonso-. Es el ángel que anunció "el nacimiento del Señor", y debe tener un buen lugar en el Belén ¿sabes?

-      ¿Gabriel? ¿El nacimiento del Señor? ¡Gabriel!....¡Gracias mamá!

            Alonso posó la figura y corrió a por su tambor mientras gritaba contento: ¡lo entiendo! ¡Lo entiendo! ¡Ya lo entiendo todo!


            Antes de que Alonso llegara al ensayo, todo estaba preparado. Gabriel había avisado a todos del problema que tenía su amigo y juntos idearon un plan para que su compañero pudiera empezar a sentir el espíritu navideño que ya inundaba todos los rincones de aquella sala.

            Todo solía ser un alboroto antes de empezar, y sin embargo, aquel día, todo el mundo esperaba en silencio, mirando fijamente hacia la puerta. Cuando Alonso abrió, no daba crédito a lo que veían sus ojos: un trompeta, un corneta y un bombardino se habían vestido de reyes magos, pero en lugar de repartir regalos, los niños se sentaban en sus rodillas para explicar porqué querían dejar allí sus juguetes. Un compañero suyo tambor, un tuba y el platos, vestidos de pajes, recogían alimentos que cientos de personas dejaban en la puerta. En un rincón, donde más luz había, alguien había puesto un Belén, y justo al lado, con unos papeles en la mano, el director preparaba un cuento de Navidad que todos los demás estaban tocando.

            Alonso contemplo aquella escena boquiabierto durante algunos minutos hasta que vio a Gabriel, que más que su amigo, aquel día parecía un ángel, y  se acercó a él y le dijo:

-              -¿ Ves Alonso? Queremos llevar nuestra música a todas partes. Queremos tocar en las iglesias, en los colegios, en los hospitales y hasta en las cárceles porque todo el mundo merece sentir el verdadero espíritu de la Navidad. ¡Mira Alonso! A tus oídos no les ocurre nada. Sólo necesitas escuchar. Abre tu corazón. Debes sentir cada nota de nuestros villancicos como sientes las marchas en cada procesión. Piensa que cada nota es un regalo que das. Una ayuda que ofreces antes de que te la pidan porque ese es el verdadero sentido de la Navidad. Estoy seguro de que así tu corazón se sentirá mucho más satisfecho.

            De repente la cara de Alonso cambió. Una sonrisa ilumino son rostro al empezar a escuchar una melodía que sus compañeros estaban tocando. Sin mediar palabra se colgó su tambor, le dio un abrazo a Gabriel porque pensaba que, como aquella última figura de la caja, merecía un lugar especial, y empezó a tocar aquel alegre villancico.  Entre todos habían conseguido el mejor regalo para él y ni siquiera estaba en sus cartas:


             Alonso, por fin, creía en la Navidad.



Mónica Rodríguez Suárez

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